Residencia San Francisco de Asís -Capuchinos León
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Residencia de Estudiantes de León -Capuchinos 1
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Escuela de Formación Profesional Capuchinos León

Congregación de la Divina Pastora

Hace Ya muchos años, exactamente dos mil y alguno más, Alguien, con mayúscula, dijo aquello de que Él no había venido a ser servido, sino a servir.

Desde entonces la frase se puso de moda; y hoy es traída y repetida por muchos políticos y aspirantes a cargos de mando en general; por eso de que, según la consigna, “mandar es servir”. “Servir” se dice pronto, pero se cumple con dificultad. No es nada fácil “estar sujeto a otro, aunque sea voluntariamente, haciendo lo que él quiere o dispone”, como define el diccionario la palabra “servir”.


Procesión: Salida de la procesión el primer domingo de mayo de 1957.

El caso es que a principios del año pasado, y muchos decenios después, había en León muchas sirvientas. Habían dejado sus casas del pueblo, la cercanía, el cariño y el ambiente de los suyos, para venir a la ciudad a “servir” en una casa ajena y a las órdenes de la “señorita” de turno, que así tenían que llamar y tratar a la señora de la familia que las había acogido.

Sus quehaceres se referían a toda clase de trabajos, propios de un hogar que no era precisamente el suyo: desde velar y cuidar a los niños, cocinar, fregar, lavar y demás labores de limpieza. Y todo ello sin amparos legales, sin horario fijado de trabajo, y las veinticuatro horas del día a disposición de la “señorita”.


El trato podía ser, según la suerte, cordial y hasta más o menos respetuoso, sencillamente bueno, o menos bueno. La mayoría de las “chachas”, según el vocabulario corriente entre las señoras, no comía a la mesa con la familia. E incluso, en las cenas de nochebuena, después de servir la mesa familiar, si había sobrado algo de pavo, muchas lo comían a solas en la cocina; eso sí, bien aderezado con lágrimas y entrañables recuerdos de las nochebuenas en familia de su pueblo. En todo caso, en aquellos tiempos, la única salida que le quedaba a una muchacha de pueblo era ir a “servir”, ordinariamente a una ciudad más o menos próxima.

Imagen de la Divina Pastora que está en la Iglesia San Francisco de León.

El año 1908, uno de tantos, predicaron en esta iglesia nuestra de San Francisco unos ejercicios para señoras los Padre Félix de Vegamián y León de Santibáñez (Burgos), con extraordinario éxito. Y con vistas a asegurar el fruto de los ejercicios, se les ocurrió a los buenos Padres fundar una Congregación piadosa para señoras, bajo el patronazgo de la Divina Pastora. Esta advocación mariana, de tradición muy capuchina, tenía una hermosa y artística imagen con su altar y camarín en nuestra iglesia.
El artista que la había tallado era precisamente un hermano capuchino, Fr. Antonio de Vera.

La imagen era sin duda hermosa, pero la advocación de “Pastora” parece ser que desmerecía un tanto como patrona de las empingorotadas “señoras bien” de León. Al año siguiente se repiten los ejercicios con parecido éxito, dirigidos por los mismos padres del año anterior. Y a la vista del entusiasmo despertado renació en ellos con nuevo vigor la vieja y acariciada idea de fundar una asociación piadosa con el nombre y patronazgo de la Divina Pastora. Sólo que en esta ocasión, teniendo en cuenta la malhadada experiencia del año pasado, el intento no se hizo con las señoras, sino con las sirvientas, muchas de las cuales habían acompañado a sus “señoritas” a los ejercicios.


Ni que decir tiene que la respuesta esta vez superó con mucho las expectativas más optimistas.

El primer año, la que empezó a llamarse “Agremiación de jóvenes sirvientas de León”, superaba ya el número de 500. De este modo, la “agremiación”, ahora con el nuevo nombre, ya definitivo de Congregación de la Divina Pastora, pudo iniciar su andadura oficial exactamente el domingo 9 de mayo de 1909, con las bendiciones y aprobación obtenidas del prelado de la diócesis.
Ello explica que, a partir de entonces, la fecha señalada para las celebraciones mensuales fuera el primer domingo de cada mes; y la gran fiesta anual de la Divina Pastora se reservara para el primer domingo de mayo. Como distintivo las congregantes llevaban una cinta azul con una gran medalla, que tenía en su anverso la imagen de la Divina Pastora y en el reverso la bendición de San Francisco.
El primer presidente de la Congregación fue el P. León de Santibáñez, uno de los fundadores.

Por lo que hace a la organización interna de la Congregación se crearon dos Juntas, una de señoras y otra de sirvientas. En una época de enorme clasismo, en la que la distancia y alejamiento entre las “señoritas” y las así llamadas vulgarmente “chachas”, era mucho más señalada que en la actualidad, la decisión tomada parecía muy positiva y progresista; al posibilitar el diálogo y mutuo conocimiento.

De hecho los fines señalados en los Estatutos primeros para la Junta de Señoras, eran, aparte la ayuda económica, mejorar las relaciones entre unas y otras; y en definitiva mejorar la situación del servicio doméstico. 

Señalamos, a título de mera indicación, las principales actividades que, a lo largo del tiempo, se fueron desarrollando en la Congregación.


 1.- De carácter espiritual:

-Celebración mensual el primer domingo de cada mes: con misa de comunión por la mañana, muy temprano, y exposición y bendición con el Santísimo por la tarde.
-Ejercicios espirituales cada año: con dos o tres días de rosario de la aurora cantado por las calles. Con motivo de los ejercicios los ingresos de nuevas congregantes solían ser por cientos.
-Novena anual predicada. Terminaba el primer domingo de mayo; con final de una gran procesión por las principales calles de la ciudad, con asistencia, aparte de las congregantes, de niños y niñas vestidos de pastorcitos. Los portadores de la carroza con la imagen de la “Pastorina”, como la llaman con cariño las congregantes, eran siempre los fornidos mozos de Corbillos.
-Peregrinación a la Virgen del Camino. Tenía lugar todos los años, ordinariamente a principios o finales de septiembre; a la iza rezando o cantando el rosario.

2.- De carácter socio-económico:

-Escuela dominical para sirvientas. Ya desde el principio se crea esta Escuela, para los domingos por la tarde. Se enseñaba: lectura, escritura, cuentas, corte y confección, ejercicios de memoria y otros conocimientos complementarios. Se contaba como profesoras con el voluntariado de algunas Teresianas y Maestras. La escuela se inauguraba en septiembre y se cerraba en junio, con premios para las más aplicadas.
-Veladas. Otro de los medios más en uso para la formación y distracción de las congregantes. Siempre se pudo contar con un grupo de “artistas”. Los programas solían incluir: una parte musical de canciones, recitación de poesías y diálogos, y la interpretación de comedias, que hacía las delicias del numeroso público asistente.
-Asamblea general. Tenía lugar una vez al año; con la intervención de las congregantes sobre las necesidades, proyectos de mejora y otros temas que afectaran de algún modo a la congregación.
-Excursiones. Otro elemento importante en la historia de nuestra congregación. Como medio de evasión de la rutina de un trabajo duro y monótono, como expresión festiva de una libertad reprimida, y como medio de ampliar conocimientos de lugares y países diversos. El radio de acción de las excursiones se fue ampliando, llegando incluso al extranjero: Portugal, Lourdes, Roma...
-Comida fraterna en Navidad. En este encuentro, previo a la Navidad, en torno a una buena mesa, suele imperar un clima de gran alegría y de cálida hermandad.
-Boletín de la Congregación. La feliz idea de publicar un boletín mensual, como órgano de la Congregación, surgió un poco tarde; pero con brío y gallardía de permanencia. Se le tituló “La Divina pastora de las Almas”, y en el número 1 lleva la fecha del mes de mayo de 1933. En él se tratan temas de contenido religioso y se informa y comentan los acontecimientos que afectan a la Congregación y las congregantes. 

-Otras actividades sociales:
  • Se intentó la formación de un Sindicato de sirvientas, pero no llegó a feliz término; faltó entusiasmo y una cierta osadía.
  • Montepío de la Divina Pastora. Se introdujo a pesar de las dificultades inherentes a esta clase de iniciativas. Lo había tramitado en Valencia un Capuchino. Por fortuna, poco después el Estado tuvo a bien incluir el servicio doméstico en la previsión social, asumiendo el Montepío de la Divina Pastora. Las sirvientas pasaron a llamarse “empleadas de hogar”.
  • Economía. Siempre precaria, sostenida, en parte, por pequeñas limosnas, sobre todo de las congregantes siempre generosas, y por aportaciones de funciones teatrales y rifas. A pesar de todo se solventaron las necesidades más perentorias, y aún se pudo ayudar a congregantes enfermas o necesitadas.


3.- Movimiento de personal:
            
El número de congregantes fue siempre alto, si se compara con otras asociaciones piadosas; llegando incluso a la cifra de unas 900. Pero hay que reconocer que se trata de un personal poco estable. Muchas regresaban a sus pueblos e origen; muchas más contraían matrimonio y formaban una familia; algunas ingresaban en institutos religiosos; otras se trasladaban a ciudades con mayores ingresos; y también hay que contar las afectadas por esa vieja costumbre de morirse.

A este respecto, a finales de la década de los 60, muchas emigran a Francia y Suiza, dado que las francesas “ya no querían servir”. Y en época más reciente, cuando ocurrió el desarrollo económico en España, “tampoco las españolas querían servir”.

Resultado final: la Congregación ha venido de menos a mucho menos, y apenas quedan hoy los restos del naufragio de los tiempos, un grupo de jubiladas más o menos mayores; en las que no ha decaído, eso sí, ni el buen humor de siempre, ni su ánimo viajero, ni su solidaridad con las enfermas y necesitadas.

Disponen de un local en nuestra residencia, llamado “Hogar de la Divina Pastora”, donde se reúnes para sus pequeñas diversiones domingueras, y para las dos charlas cada mes, que les da el director de la Congregación.

En todo caso, como no hay relevo, algún día habrá que decir a las últimas que apaguen la luz y cierren la puerta; a la espera de que la “Pastorina” las acoja ya para siempre en la casa de nuestro Padre Dios.


Yo tengo una Madre

Yo tengo una Madre, 
Madre querida, 
que mis penas calma
cuando me mira.
Se llama mi Madre, 
Virgen María, 
Divina Pastora 
del alma mía.
Sus plácidos ojos 
y su sonrisa 
me roban el alma,
me dan la vida.
Su nombre es el bálsamo 
de mis heridas, 
la estrella radiante 
que al cielo guía.
La busco en mis penas 
y en mis fatigas,
la llamo de noche 
también de día.
Me tiende sus manos
y me acaricia;
alcanzo en Ella 
la eterna vida.

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